miércoles, 13 de julio de 2011

Discurso de graduación bachiller promoción 2009-11

Buenas tardes señoras y señores:

Para ser franco, una gota de sudor frío recorrió mi rostro cuando me hicieron el encargo de realizar un discurso. Discurso ¿discurso? ¿cómo? Nadie me enseñó a hacer uno; ante mi ignorancia hube de leer y buscar entre los grandes y reconocidos oradores, de Cicerón a Kennedy pasando por Gandhi y Churchill, pero he de reconocer que los suyos, aunque excelentes, no me sirvieron para esta ocasión.

Cuando llegamos éramos jóvenes ignorantes sobre lo que se desplegaba ante nosotros ¿Instituto? Aterrorizados nos hallábamos. Luego, con el paso del tiempo, descubrimos que lo relevante en él no eran ni las prisas, ni los agobios, ni los exámenes; sino la convivencia y el conocimiento.

Me alegro especialmente de la convivencia, la comunidad, la unión; no hubiera sido igual con otros compañeros o profesores. Destaco fugazmente a los dos tutores que nos han acompañado este último curso: Joaquín, poeta, e Isabel, emprendedora que nos ha enseñado que la realización de un sueño es posible; también a Mª Eulalia que se nos va… pero realmente cada uno de los que ha estado con nosotros es especial.

Por otro lado me siento orgulloso del conocimiento adquirido pues ¿qué sería sin él? Un hombre a la deriva; de hecho, por la enseñanza el joven temeroso ha pasado a ser un valiente guerrero que se siente capaz de luchar contra todo aquello que tenga enfrente.

Podemos así pues considerar el instituto como la escalada de una escarpada montaña para la cual hemos necesitado la ayuda de unas herramientas, el conocimiento; entregadas por los expertos, profesores que etapa tras etapa nos auxiliaban tanto como les era posible; pudiéndose realizar gracias a la disposición del terreno y sus elementos, el centro y la junta directiva.

Ahora todos los compañeros juntos hemos llegado a la cima; oteamos el horizonte: algunos tendrán que volver a intentar superar esta última y dura fase, otros tendremos que echar a volar dando un valiente salto, tras el cual no sabremos si nuestras alas serán lo suficientemente fuertes como para mantenernos en el aire.

¿Qué hacer? Íbamos de la mano, pero el siguiente paso lo daremos solos. Cruzamos miradas temerosas unos con otros, aun con toda la educación obtenida nadie se atreve a ir a descubrir qué habrá más allá, pero de repente alguien salta y comprobamos que es capaz de permanecer en lo alto y más aún, de volar.

Miramos atrás y caemos en la cuenta de que cuando empezamos esta senda necesitábamos de esfuerzo, constancia y pasión; a estas, en el momento presente, hay que agregarles valentía, coraje y una pizca de locura.

Es ahora cuando somos los protagonistas. Los temores y el refugio de la adolescencia han pasado, dejamos de ser niños para convertirnos en las mujeres y hombres no del mañana, sino del presente.

Muchas gracias.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos,
me reservo todos los derechos del escrito.

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