domingo, 18 de diciembre de 2011

Principito y Princesita


A Rosalía e Inés. Para todos.

+ ¡Chica, chica! Para un momento ¿cómo es tu principito?
- ¿De qué hablas?
+ Sí, un principito, un chico que…
- ¡Ah! ¿Mi principito…? ¿esto para qué cadena es?
+ El vídeo se colgará en internet, pero para salir primero me tienes que decir cómo es tu principito.
- Verás, es alto, rubio, con el pelo corto, ojos claros. Es más alto que yo, claro…
+ ¿Cuánto?
- Pues más allá que si extiendo el brazo hacia arriba.
+ Bastante.
- Más que tú. Es delgado pero fuerte, tiene un porte señorial; un hombre que cuando entra a una sala la llena. Iría vestido de azul entero, un poco cursi, pero así me lo imagino, y vendría un día a mi casa llamándome princesa.
+ Muchas gracias.
+ Señora, señora ¿y usted? ¿cómo es su principito?
- Espera ¿esto para cuándo sale y en qué página?
- ¿Me vas a grabar, hijo? Que me pongo colorada…
+ Aún no lo sabemos…
- Pues si tienes ahí la cámara.
+ Le decía a la chica. Quizá dentro de una semana en la web mireinosíes… señora, no se vaya ¿tiene usted algún principito en su vida?
- Bueno, si yo te hablara de mi principito, antes era apuesto y protector; ahora la que lo cuida soy yo ¡ja,ja! Pero tengo una nieta, espera que te enseño la foto, es preciosa, mira ¿la ves? Con sus largos rizos castaños, su cara redondita y esos ojitos ¿qué ojitos? Ojazos, que son tan grandes como nueces. Esa sonrisa apacible, su piel tan suave. Hace tiempo que dejé de tener principito, pero está conmigo la princesita de mis sueños.
+ Muchísimas gracias.
+ Hola joven, buenos días, ¿Cómo es su principito o princesita? ¡Oiga, no se vaya!
+ Hola muchacho ¿hay alguien en tu instituto que sea para ti un principito o princesita?
- ¡Ah! Hay tantas princesitas y ningún príncipe a su altura a excepción de mí. Las hay rubias, pelirrojas, morenas, más altas o bajas, delgadas algunas y otras no; nada de eso importa. Llevan consigo la gracia y ligereza femeninas; por el contrario están todos los chicos compartiendo su “masculinidad”, entendida por ellos como brutalidad y torpeza. Pero, por desgracia, las princesitas toman a sus pseudopríncipes para jugar a amar ¿puede surgir un sentimiento puto de una elección errónea? … ¡Voy a mi casa a escribir algo sobre ello!
+ Adiós y que aproveche ¡Podrás verte en mireino…!
+ Muchacho ¿cómo es tu principito o princesita?
- ¿A mí me lo preguntas? Mi principito es de tu estatura, más o menos, con un pelo parecido al tuyo, tiene una sonrisa, ah…  lleva zapatos y pantalones negros, conjuntado con camisetas de manga larga de tonos oscuros, jersey de estos colores, bufanda a cuadros y con un paraguas siempre que amenaza la lluvia. Me lo imagino rodeándome una tarde, protegiéndonos del agua y dándonos un beso en nuestro pequeño paraíso.
+ Muy bonito. Ten un buen día.
+ ¿Cómo es tu princesita?
- Yo tengo un principito y me está esperando. Es paciente, amable, parlanchín y divertido. Así que entiende que me vaya.
+ ¿Principito o princesita, mujer?
- Princesita.
+ Dime cómo es.
- Mira, si la llevo conmigo. Vamos Claudia, acércate. Tiene el pelo rubio, liso y muy muy largo, más de los hombros, tiene unos ojitos castaños, como el color de su piel… y es muy pequeñita, solo ocho años, tanto es así que hace poco el Ratoncito Pérez le cambió un diente suyo por dinero, ya que él los necesita para hacerse una casita.
+ Gracias a las dos ¡Tened un buen día!
+ Jóvenes, chicos y chicas, ¿cómo son vuestros principitos y princesitas?
- Como yo; ¿eres gay?; callad tontos; delgadas; rellenitas; con curvas; de ojos claros; a mí me van más morenos, pura raza; ni que fueras un animal; así me tuviera; qué marrana; rubias; castañas; con el pelo verde como Rosa y Alba; ¡eh! Que Rosa soy yo y lo tengo pelirrojo; pero una vez…; solo una; rico; pobre, que en las penas una más cerca está de la pareja; pero luego rico, que si son príncipes o princesas…; ha dicho principito y princesita, idiota; para mí sería como mi hermanito pequeño; ¡pues si está todo el día en calzoncillos!; un príncipe sin complejos, al que nadie temiera ya que él es el primero que se expone sin corazas; mi príncipe sería tan alto como Goliat; ¿también igual de feo? Para eso pídete un David; pues yo prefiero a Miguel Ángel, que me haga en Mármol; ¡nadie te querría ver!; A que te doy.
+ Gracias. Tened un buen día.
+ Principito, princesita ¡Principito! ¿Cómo sería tu princesita?
- Oh, mi princesita la busco y no la encuentro, quizá no esté aquí, puede que viva en otro mundo…
+ E ¿irás a buscarla?
- Por supuesto.
+ ¿Por dónde empezarás?
- Por algún lugar que no sea esta ciudad.
+ ¿Te mudarás para encontrar a tu princesita?
- No solo por ello, pero mala razón no sería.
+ Mujer ¿qué me diría si te preguntara por tu principito?
- Mi principito está en Colombia y yo acá me vine a trabajar, cuando guarde el dinero suficiente podrá venir conmigo y ser felices en este lugar.
- Mi princesita, yo qué sé, ¿qué eso? Una idea y ya está. Yo quiero una mujer con la que me divierta y pueda hablar de lo que me gusta: motos, carretera, viajes...
- No ha habido principitos en mi vida, pero tú podrías ser el primero…
- Las princesas solo estaban en los cuentos hasta que vi aparecer a mi mujer.
- Cada mujer es una princesa.
- Los hombres de mi vida son todos unos príncipes.
- Alto, rubia, gordo, morena, pelirrojo, de ojos claros, negros, con perfil romano, labios gruesos, de estatura media para ser más fácil besarlo, con ropa descuidada, muy bien vestido, ama la naturaleza, le gusta hablar de todo, prefiere callar si no sabe, tartamudo, seguro de sí mismo, luchador, pacífico, ruso, australiana, sudamericano, española, francesa, inglés, ¿qué más da?, que me quiera, que sepa que lo voy a querer un montón, lo quiero a rabiar, mi niña, mi ilusión.
- Para mí…
- Para mí…
- Si existiera un…
- Si existiera una…
- Princesita…
- Principito…
- Sería como tú.

martes, 13 de septiembre de 2011

Fin

-         ¡Eh ¡Eeeeeeeeeeeh!

Estaba solo, de manera que aquellos gritos debían proceder de fuera, del exterior, aunque no sabía de qué lugar. Había de ser una llamada irremediablemente dirigida hacia su persona, puesto que resonaban directamente en las paredes del túnel vertical que constituía la única salida y entrada de aquel agujero. Era como si alguien hubiera introducido su cabeza por el hueco, de un metro de diámetro aproximadamente, y hubiera comenzado a gritar en su búsqueda.

-         ¡¿Qué quieres?! – manos alrededor de la boca proyectando su voz - ¡¿Andas buscándome?! ¡Baja y hablamos!

Al otro lado, allá arriba, tras capas y capas de tierra y raíces que conformaban la superficie, nadie escuchaba, nadie devolvía una respuesta. El joven se impacientó ¿qué motivo movería a una persona a llamar a otro y luego sin embargo guardar silencio?

-         ¡ Eh!

En esta ocasión fue el chiquillo quien pronunció esa palabra, devuelta una y otra vez por el  eco.

-         Eh, eh

“Sí, es él” pensó.

-         ¡De acuerdo, si no quieres bajar no pasa nada, ya subiré yo!

El chico se hallaba en un pedazo de suelo marrón situado a decenas de metros de la superficie.

“No me responde… aun así iré arriba”

Comenzó a escuchar pasos. Redes de túneles subterráneos conectaban los distintos puntos del subsuelo: Alguna gente, que sin duda se aproximaba, hablaba; el muchacho se enervaba.

“Y si trata de comunicarse conmigo y no lo escucho. Seguro que me necesitan allá”

Vio llegar a bastantes jóvenes y unos pocos adultos. Venían en distintos grupos o solos, algunos habiendo realizado un largo camino.

-         ¿Qué hacéis aquí? – todos lo miraron con los ojos bien abiertos, tal como si fuera una obviedad - ¿Oísteis las llamadas?
-         ¿Llamadas? – dijo uno.
-         ¿Y qué deseabas contarnos? – otra puso voz a la conciencia común.
-         ¿Yo? – se extrañó – no soy quien la produce. Es alguien de allí – señaló el hueco que conducía al exterior.
-         ¡Eh! … ¿Lo escucháis?
-         ¿Cómo no hacerlo? – todos se hallaban sorprendidos.
-         ¡Eh, eh, eh, eh! … Es cada vez más insistente – todos incrédulos y él sin reparar en ello, solo había una idea en su mente: subir - ¡Eh!
-         ¡Para ya! – le gritaron - ¡eres tú!
-         ¡¿Cómo?! – los ojos se le iluminaron, pareció vislumbrar la realidad, mas echó oscuridad sobre esta – no puede ser, verdaderamente hay alguien arriba esperándome.
-         ¿Esperándote?
-         Sí.
-         No digas bobadas, nadie sabe quién eres además de nosotros. Eres una sombra, estás solo. No te han llamado y careces de medio para subir. No puedes.
-         Sí podré.
-         ¡Inténtalo! Te caerás, no encontrarás lugar donde apoyarte – vociferó una de las personas mayores.
-         ¡Calla! – censuraron unos chicos a esta – lo harás.

Miró arriba. Estaba realmente lejos. Observó las paredes y consideró que tenía pocos salientes en los que agarrarse, además sus manos eran delicadas y su cuerpo no estaba preparado. Los vio a todos en una sola estampa; se fijó en cada uno de sus rostros, supo que esperaban una respuesta.

-         Adiós. Encantado de haberos conocido.

Me así a una rama y comencé a escalar.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos,  me reservo todos los derechos del escrito.






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El anterior escrito puede considerarse una versión de otro de Kafka, "La partida" que dejo a continuación:



Ordené que trajeran mi caballo del establo. El criado no me entendió. Fui al establo yo mismo, ensillé el caballo y lo monté. A lo lejos oí tocar una trompeta, y le pregunté qué significaba. No sabía nada ni había oído nada. En la puerta me detuvo y me preguntó:

- ¿Adónde vas señor?
- No lo sé - dije-, solo quiero irme lejos de aquí, lejos de aquí. Irme cada vez más lejos de aquí; solo así puedo legar a mi destino.
- Entonces ¿conoces tu meta? - me preguntó.
- Sí - le respondí - ya te lo he dicho "lejos de aquí", esa es mi meta.
- No llevas provisiones - dijo.
- No las necesito - dije- el viaje es tan largo que si no encuentro nada que comer durante el camino, me moriré de hambre de todos modos. De nada me servirían las provisiones. Por suerte, es un viaje realmente enorme.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Abuelos

Nos hemos quedado huérfanos. Los abuelos y abuelas han viajado a Marte guiados por el capitán Bradbury. Nos han dejado un mundo desolado en el que los cambios han sido tan notables que en todos los países se organizaron consejos de estado, además de la creación de un comité mundial, debido a que los problemas que nos afectan son tales que ni siquiera es recomendable salir a la calle, pues, por ejemplo, ¿quién regañará a los desvergonzados que andan entre gritos, peleándose y lanzando al aire improperios, los cuales dañan al menos pensado? ¿quién va a detener con la mirada o con amargas y sonoras protestas las injusticias para sí mismos, justas en realidad para todos los demás?

El mundo comienza a desmoronarse ya que el orden natural de los elementos se alteró. La pobreza infantil aumentó al carecer los nietos de aquellas personas que les otorgaban sus aportes económicos como muestra, una de las tantas, de su desmesurado amor; así los pequeños pobres lo son ahora aún más sin su paga semanal. Esto sin haber comentado el "aligeramiento" del mundo ¡todo ahora es aún más rápido! La vida humana corre a una velocidad mayor a la que, en mi caso, puedo soportar. Adiós a las colas en ultramarinos y en los supermercados originadas por conversaciones intrascendentales de gran importancia para sus protagonistas, abuelos, abuelas y cajeros, que necesitan el descanso producido por el alivio de sus sonrisas o protestas. El índice de adelantamiento indebido durante la espera en la antesala del médico o la subida del autobús también se ha reducido, con que la eficacia es mayor, a cambio de la pérdida de esas escenas cotidianas que otorgaban un respiro en nuestra rutina.

Nos hemos quedado sin las visitas los domingos a casa de los yayos y, por ende, sin esos grandes narradores que contaban historias salidas de otro mundo que no es más que el nuestro, con la diferencia de tiempo que les otorga toques de ficción en grados casi similares a las mayores epopeyas fantásticas, apoyando su realidad en distintos hechos fidedignos y en expresiones tales como "¡Yo también tuve veinte años!".

Quizá fue esta la razón por la que marchasteis; porque todos quieren la juventud y en muchos casos no aceptan los cambios que imposibilitan continuar con los dulces placeres y posibilidades que esta da, convirtiéndose la vida en un trayecto en el que no prima tanto ya la sensación como la valoración de la experiencia, basada principalmente en aquello que se vivió en un pasado el cual ahora constantemente añoráis.

Sin predicciones meteorológicas basadas en dolencias corporales, con maquinas muy precisas que no dudan en equivocarse. Sin saberes olvidados que fueron necesarios y que podrían, en ocasiones, traspasarse a nuestra vida moderna, con millares de libros teóricos que se alejan de la práctica. Sin arrugadas sonrisas que sinceras muestran felicidad, con tersos labios alzados que buscan ser fotografiados para hacer del momento una eternidad aunque este se base en la falsedad.

Adiós abuelos y abuelas. Les deseo un feliz viaje y una larga vida allá arriba.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos, me reservo todos los derechos del escrito.


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domingo, 21 de agosto de 2011

Distancia

"- Voy a contarte una historia:

Érase una vez un hombre que escribía metros, más aún, pensaba metros. Quiero decir que lo único que pasaba por su mente era las distancias de un lugar a otro. De esta manera él, sin pretenderlo, continuamente calculaba lo restante entre un lugar y otro, llegando a obtener mayor precisión que esos punteros láser que con su luz roja tratan de medir automáticamente y sin esfuerzo para mayor comodidad de las personas. Él era mejor.

Pensaba pues, ciento veinte metros hasta ese edificio que tienes sesenta de altura y que está a quince de su derecha, superando a este último por tres y teniendo ambos cuarenta de ancho. Su actividad preferida implicaba a los objetos móviles: animales y personas especialmente, ya que los objetos manejados por el hombre acostumbran a soportar una velocidad que superaba su capacidad. Le era interesante, sin embargo, medir distancias con humanos, precisamente porque estos no estaban quietos: gesticulaban, hablaban, andaban etc. Siempre le había seducido la perspectiva de "atrapar" a aquellos que corrían o se movían, mas en su infancia o ahora cuando ya se encontraba cansado, comenzaba con aquellos que estaban sentados en bancos o en alguna superficie. La mayor dificultad cuando se trata de este modo de juego, pensamiento, era elegir cuál sería el punto de referencia a la hora de establecer la medición, si sería uno más quieto (cabeza normalmente...) o más movido (manos, piernas) e ir cambiando repentinamente, aumentando la dificultad del asunto.

A este señor, próximo a la cincuentena, le gusta complicar las cosas y alterar de la manera más rápida los posibles puntos de cálculo o, incluso, añadir cada vez más componentes al reto, midiendo así la lejanía entre ellos mismos, luego respecto a sí y con otro objetos, móvil o fijo; terrestre, marítimo o aéreo. Mas, puede complicarse todavía más su vida en presencia de mujeres. Pongámonos en el caso de que nos encontramos en un bar, en que el sujeto A, medidor, ha arribado con los sujetos B y C, amigos ambos del anterior. B y C toman cervezas mientras que A es acompañado por un botellín de agua. Como A y B están solteros echan todos juntos un vistazo a su alrededor y, sentados están a una mesa, piden al medidor la distancia respecto a otras mujeres, apuntando la longitud en un papel. Tras esto uno de los divertimentos comienza con el calentamiento. Los tres, especialmente B y C, hablan de las chicas que les gustan, cómo abordarlas en una conversación, si mirar o eludir sus ojos, predicciones de personalidad y demás; comportamiento sin dudas adolescente. Después piden de nuevo a A que use su habilidad sobre los mismos puntos, siguiendo la mayoría en sus ubicaciones anteriores, y es ahora cuando descubren cuáles agradan al medidor, debido a que él desvirtúa totalmente la realidad dando cifras ilógicas, de manera que la que antes se hallaba a, por ejemplo, cuatro metros, ahora a podido mudarse, sin haberse movido, a veinte; y la de siete sin haberse desplazado está en treinta y ocho. Aquella que proporcionalmente se ha alejado más respecto a las otras chicas es aquella que más agrada a A. Suelen llegar los fallos motivados por la pasión hasta los cien metros, pero en una ocasión particular llegó al kilómetro, produciéndose una discusión entre los parlamentarios. A dijo:

- ¿Habéis visto sus cabellos, la ondulación que grácilmente cae sobre sus hombros; la luz que irradian en esta noche y el brillo deslumbrante a una distancia tan grande como la que nos separa? Y sus ojos, tiernos trozos de alma. Está a mil y un metros de mí, los cuales se componen por formas verdes y azules, avistando entre ellos el manantial de la vida, suministrado por el aire que respira y al que se accede a través de esos labios, los cuales llamaría una y otra vez para que me dejaran entrar. Todo esto acompañado de su bella y tersa piel morena, su rostro fino, un cuerpo ligero y a la vez fuerte...

C, ducho en estos campos, contestó:

- Pero nunca vas a estar con ella mientras sigas mirándola. Pasarán años en los que la contemples y ella, de reparar en ti, pensará que eres un trozo frío de piedra.

- Porque no conocerá mis sentimientos - replicó A.

- Sí, dado que solo la admiras. Ella se convierte en un objeto distante que mitificas y ensalzas. Amigo mío, esto no lo desea una mujer, ella necesita sentirse querida y acompañada.

- ¡No hay otro como el amor que yo puedo dar! - protestó.

- Busca sentirse realmente querido, con un hombre caminando a su lado; sin la lejanía propia, ya sea física o psíquica, habida entre la relación de admirador y objeto admirado.

Mientras, B se acercó a la susodicha y le pidió el número de teléfono en nombre de A, pero no lo consiguió:

- ¡Loco, es una musa! - lo amonestó este último.

Aquí se cierra el episodio. En la ocasión presente los amigos de A, como siempre hacían, lo animaron para que se acercara a una chica que se encontrara a una distancia no demasiado grande, este se negó y en un inusitado acceso de valentía se acercó a aquella cuya lejanía más se había prolongado.

A considera que el mejor momento que puede darse en una persona es aquel en el que se une con aquella que la atrae, sobre todo si existe el amor como vínculo interno. Cuando A distingue parejas besándose no puede pensar distancia entre ellos, esta tampoco existe cuando las personas practican el sexo. Por otro lado el hombre y la mujer puede crear un vínculo indestructible y que los sobrevivirá, el hijo.

De manera, mujer, que he llegado a tu lado y, como mi mente es domindada por los metros, esto es lo único que se me ha ocurrido contarte, mi realidad. Solo deseo que la distancia entre tú y yo se acorte ¿de acuerdo?"

La charla de A terminó.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos,
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miércoles, 27 de julio de 2011

22.07.11

Para Alejandro y Beethoven

Esta historia me ha llegado hace apenas unas horas a través del testimonio de un buen amigo, Alejandro. Este la última vez que nos vimos antes de que yo hoy emprendiera mi viaje a Algeciras, mi ciudad natal, y asimismo él a Alemania, me contó la impactante noticia que al parecer había conocido proveniente de fuentes sumamente notorias y fiables. Por mi parte no quiero ensombrecer su sinceridad ni honestidad porque acepto todo lo emitido por sus labios, en cambio si se me fuera permitido un asomo de duda apostaría que de lo que a continuación seréis conocedores es invención de su excitada imaginación, la cual tras tanto relato de aventuras, música y acción ha producido este cuentecillo:

El candil

Érase así pues una vez un bebé que nació atado a un candil. Bueno atado… unido, tan juntos que en lugar de mano derecha tenía dicho objeto metálico, algo así como una lámpara de aceite con una mecha. Esta historia, por cierto, toma lugar pongamos que en la Inglaterra de la primera Revolución Industrial, o sino aquí al fuego de la Revolución Francesa, puede que en la zona de Alemania durante la época de los grandes compositores de música clásica, aunque más posible es que se diera en la recién descubierta América, mas también es posible que en la rica España musulmana… ¿Quién sabe? ¿en la antigua civilización romana? Creo que también sería posible en la maravillosa Grecia de antes de Cristo, cuna del pensamiento occidental, aunque pudiera haber ocurrido paralelamente en Egipto, quizás en Mesopotamia o Babilonia, pero también es probable que no fuera en ninguna de las anteriores sino en algún instante de la larga historia de China. Todas las anteriores opciones son válidas, empero el aquí presente transcriptor se decanta por una bien distinta. Alejandro, el cuentacuentos original, al parecer obtuvo la información de un periódico, los cuales como sabemos publican noticias de distintos tiempos, incluido el presente, de manera que a mi parecer quizá lo que aquí yace pasó apenas hace unas horas, mientras realizábamos nuestras más comunes actividades.

Lo importante es que nació un niño que solo tenía una mano, la izquierda, y en el lugar que debía ocupar la derecha ostentaba el nombrado candil, que como objeto de uso práctico podía encenderse, alumbrar y dar calor. Sin embargo su mecanismo solo obedecía al joven, intentando otros muchos en numerosas ocasiones prender la mecha con distintos y potentes fuegos obteniendo siempre los mismo resultados decepcionantes. Por otra parte era muy sorprendente para los allegados cuando sin preverlo esta parte de su cuerpo se encendía; esto solía ocurrir cuando lloraba, ya el motivo fuera comida, caca o cualquier otra razón, o cuando su curiosidad era excitada por objetos o personas desconocidas y que llamaban su atención; nuevos estímulos atractivos. Esto hubo de darle muchos problemas desde su infancia debido a que cada pequeña necesidad que sentía la reclamaba, encendiéndose la llama y calentándose el cosido objeto a la muñeca. Imagínese ahora dar de mamar a un niño con ese objeto ardiente donde normalmente hay una mano; otras actividades como la lectura de un libro, la escucha de música o un paseo por zonas ignotas para él o de sumo placer transformaban su espíritu, que comenzaba a arder.

Con el paso del tiempo estas pequeñas incomodidades no se mitigaron y lo único que cambió fue las situaciones y los seres afectados, a excepción de uno que siempre lo experimentó sin posibilidad de escapatoria, él mismo. Durante los primeros años de vida nadie quería acercar su prole a él desde el suceso de la quemaduraza de la faz a otra igual. ¿Quién deseaba entregar conocimientos a un joven de mente absorbente al que los nuevos saberes satisfacían y alentaban? La preadolescencia solo supuso un aviso de las penurias que habría de soportar más tarde, estas anticipadas por los hechos del incendio de la zona donde acampó con unos compañeros y compañeras y donde recibió su primer beso. Luego inevitablemente llegó “la etapa confusa” y aunque logró hacer amistades, en parte atraídas en sumo grado por sus rarezas, estuvo cerca de morir quemado en su cama al ser imparable el ardor humano, más avivado aún a esta edad. Cerca de la veintena se marchó de casa, para alivio de sus familiares, y probó suerte tratando de hallar descanso en alguna zona retirada. Decidió vivir en un bosque, haciéndose él mismo su propia vivienda de madera y alimentándose de la caza (también en la modalidad pesquera) y la agricultura. Se bañaba en un río cercano, comenzando a conocer el reposo, la tranquilidad y el bienestar, siendo este último confundido con la felicidad al no haberla gozado nunca.

El sol fue vidente de la tragedia. Una mañana acudió a lavarse a su lugar habitual, se desnudó y entonces tras haber entrado vio que una pastorcilla se encontraba en la orilla opuesta sin ropa, tomando asimismo un baño. Él sintió una atracción voraz hacia la joven de bello cuerpo y esta le correspondió. Además el joven tuvo la fortuna de en un primer momento de estar su candil bajo agua, apenas encendiéndose la llama. Se acercaron, se besaron, se juntaron, caminaron, fueron a la cabaña, se unieron, se amaron, descubrieron la felicidad. Su cuerpo empezó a arder, con él la cama, la cual en contacto con el suelo y de algunas briznas que traspasaban las tablas de madera se incendiaron. Su pequeño hogar se hizo cenizas, arrasando el fuego el bosque y llevándose la vida de ese hombre y esa mujer.

Aquí termina los hechos contrastados de esta historia, sin embargo corre el rumor de que antes de morir el joven dijo: “El fuego que arde en mi candil es aquel que abrasa el interior de todos los hombres”.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos,
me reservo todos los derechos del escrito.

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miércoles, 13 de julio de 2011

Discurso de graduación bachiller promoción 2009-11

Buenas tardes señoras y señores:

Para ser franco, una gota de sudor frío recorrió mi rostro cuando me hicieron el encargo de realizar un discurso. Discurso ¿discurso? ¿cómo? Nadie me enseñó a hacer uno; ante mi ignorancia hube de leer y buscar entre los grandes y reconocidos oradores, de Cicerón a Kennedy pasando por Gandhi y Churchill, pero he de reconocer que los suyos, aunque excelentes, no me sirvieron para esta ocasión.

Cuando llegamos éramos jóvenes ignorantes sobre lo que se desplegaba ante nosotros ¿Instituto? Aterrorizados nos hallábamos. Luego, con el paso del tiempo, descubrimos que lo relevante en él no eran ni las prisas, ni los agobios, ni los exámenes; sino la convivencia y el conocimiento.

Me alegro especialmente de la convivencia, la comunidad, la unión; no hubiera sido igual con otros compañeros o profesores. Destaco fugazmente a los dos tutores que nos han acompañado este último curso: Joaquín, poeta, e Isabel, emprendedora que nos ha enseñado que la realización de un sueño es posible; también a Mª Eulalia que se nos va… pero realmente cada uno de los que ha estado con nosotros es especial.

Por otro lado me siento orgulloso del conocimiento adquirido pues ¿qué sería sin él? Un hombre a la deriva; de hecho, por la enseñanza el joven temeroso ha pasado a ser un valiente guerrero que se siente capaz de luchar contra todo aquello que tenga enfrente.

Podemos así pues considerar el instituto como la escalada de una escarpada montaña para la cual hemos necesitado la ayuda de unas herramientas, el conocimiento; entregadas por los expertos, profesores que etapa tras etapa nos auxiliaban tanto como les era posible; pudiéndose realizar gracias a la disposición del terreno y sus elementos, el centro y la junta directiva.

Ahora todos los compañeros juntos hemos llegado a la cima; oteamos el horizonte: algunos tendrán que volver a intentar superar esta última y dura fase, otros tendremos que echar a volar dando un valiente salto, tras el cual no sabremos si nuestras alas serán lo suficientemente fuertes como para mantenernos en el aire.

¿Qué hacer? Íbamos de la mano, pero el siguiente paso lo daremos solos. Cruzamos miradas temerosas unos con otros, aun con toda la educación obtenida nadie se atreve a ir a descubrir qué habrá más allá, pero de repente alguien salta y comprobamos que es capaz de permanecer en lo alto y más aún, de volar.

Miramos atrás y caemos en la cuenta de que cuando empezamos esta senda necesitábamos de esfuerzo, constancia y pasión; a estas, en el momento presente, hay que agregarles valentía, coraje y una pizca de locura.

Es ahora cuando somos los protagonistas. Los temores y el refugio de la adolescencia han pasado, dejamos de ser niños para convertirnos en las mujeres y hombres no del mañana, sino del presente.

Muchas gracias.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos,
me reservo todos los derechos del escrito.

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miércoles, 4 de mayo de 2011

Lágrimas negras

¿Es conveniente olvidar? A veces cuando me lo planteo y en mi cabeza ronda una respuesta afirmativa, sólo tengo que acudir al espejo y mirar mi reflejo, rememorando esta historia (que me contó mi abuelo) y negando entonces de pleno. Precisamente me dispongo a escribirla con el fin de quebrar el silencio y pintar la nada de la ignorancia, busco que las líneas que yacerán bajo estas sirvan para apoyar la voz (expresión), la escritura (crónica, reafirmación) y, siempre, la libertad (vida).

Caídos, locos por las revueltas; revolución expresaba su situación, pánico ante el futuro también, desconcierto general. Porque el mundo era una selva y no había quien se erigiera como león-jefe. Por la parte que me toca, imagino que mi antepasado sobreviviría a base de pillaje, imitando al resto de la sociedad que había caído en un estado de ilegalidad permitida muy pernicioso; puesto que nadie se atrevía por ejemplo a abrir negocios ya que era más fácil acudir a ellos para robarlos, ni a los propietarios protestar porque no había un garante de la justicia y sus palabras iban a caer en el olvido Así que cada uno sobrevivía como podía, si era necesario ni respetando al vecino.

Entre tanto tumulto y caos general fue apareciendo a lo largo del 2065 un joven impetuoso que alentaba a las masas, siendo agradable para estas oír lo que esperaban y devolviendo al chaval la gratitud con su apoyo. Rico era su apellido. Él para ganarse el favor del pueblo bromeaba con su paupérrima situación, la misma que sufrían los oyentes. De manera que poco a poco el chico empezó a hacerse famoso y ganar adeptos. Anunciaba una revuelta sin previo aviso y allí encontraba el apoyo, avisaba de que iba a hablar en la plaza mayor y allí tenía la multitud lista para ser arengada, sin más.

Hasta que un día afirmó entre sus devotos que se disponía a derrocar el estado, que el orden era desorden y Rico era capaz de mantener los pilares básicos en su lugar, siendo respetado y amado. El joven general aclaró fecha y hora, enterándose las mismas autoridades del ataque que sufrirían y no haciendo otra cosa que esperar tratando de aguantar lo mejor posible el golpe. De manera que Rico, la mañana del doce de octubre de 2067, emprendió su lucha contra el estado.

No le costó mucho derribarlo debido a la numerosa ayuda que tenía y a lo enfermo que se encontraba este, mendigando casi a que alguien fuera capaz de rescatarlo del temporal. Lo que no se esperarían sus dirigentes fue su asesinato, de un tiro en la cabeza y mirando a la pared. Rico se sentó en el sillón presidencial y de allí supo que no se movería en mucho tiempo.

Y así ocurrió ya que lo prometido (el orden, a través del miedo) fue cumplido y además aplicado con más dureza de la prevista. Guardia era el mejor oficio y más extendido en aquellos tiempos, bien pagado y con gran autoridad, gran parte de la población deseaba conseguir el puesto. Hombres y mujeres que se dedicaban a recorrer las calles en grupos de dos y rodeados de otras muchas parejas compañeras, a la izquierda, delante, detrás, derecha, protegiéndose ellos mismos de su protección. Guardando la autoridad de una manera abusiva, pero que se sustentaba en el terror al alboroto vivido los años anteriores. Rico se rodeó de gran personal sin escrúpulos y de fácil manejo que se contentaba con privilegios y reconocimiento de importancia; asimismo escogió entre varias mentes brillantes que no pusieran reparos en guardar fidelidad y lo asesoraran, obteniendo estas más fama y favores que los anteriores.

El pueblo mientras tanto se encontraba controlado, midiendo su respiración no fuera a molestar al brazo civil. Sin dudas el silencio reinó y el orden se respetó. Ya que cada muchacho joven tras finalizar los estudios generales, cuyo objetivo era educar en la creación de una conciencia nacional, obtenía el trabajo más apto para sus posibilidades, medidas en los test realizados en las instituciones de enseñanza. Todo era más serio y pomposo, se guardaba con importantes ceremonias las distancias, conociendo cada cual su posición y la manera de actuar con respecto a los de una clase superior e inferior. Se habían olvidado los derechos de toda clase, qué importaban cuando lo necesario, la ley, se ejecutaba sin pudor. Por supuesto las desigualdades fueron en aumento, acompañado este ascenso de manera proporcional a las concesiones dadas a las clases que se encontraban cercanas al poder.

La gente veía la injusticia, sin embargo callaba. El ojo lo descubre todo y no eran ignorantes respecto a la represión ejercida por el Estado hacia aquel que deseaba libertad, del que decidía saltarse las normas e ir a alguna zona prohibida o realizar acciones inofensivas como vestir de un color distinto al impuesto o silbar por las calles; nada que alentara el espíritu rebelde de las personas era permitido. Mientras, Rico llenaba sus arcas, daba discursos y en ellos soltaba cifras, sacadas casi al azar, para que su pueblo se sintiera orgulloso de la gestión que llevaba a cabo.

Entonces, no se sabe quién fue el primero, aparecieron las primeras lágrimas negras. Desdichados que se oponían al régimen y no podían expresarlo de una manera más directa. Aunque si un compañero le preguntaba: “¿Qué es eso?”. Él decía la realidad: “Me he pintado una lágrima negra en señal de protesta ante la privación de mi libertad. Es una lágrima porque lloro todos los días, en mi casa, en mi interior, ya que delante de ti no se me está permitido”. Las autoridades pronto las vieron y también querían conocer la verdad “Civil ¡alto! ¿qué es eso?” encontrándose con una mentira que buscaba la supervivencia de su emisor “Señor, lo desconozco. Creo, señor, que es un lunar porque aunque he intentado eliminarlo no desparece, señor”. Poco le importaba a las fuerzas civiles el juego de lo que al principio fue un par de locos, pero los años firmaron el descontento y aunque no se atrevían a declarar la rabia en voz clara, la señal de protesta, la lágrima, se extendió y dispersó. Por lo que hasta el rey Rico (habiendo obtenido el título gracias a un referéndum popular amañado), cuando tres años pasaron de la lágrima primigenia se enteró de lo ocurrido, ordenó a los generales que si era necesario borraran ellos mismos esos signos. Mas la tinta había sido absorbida ya por las pieles y la lágrima negra se hizo permanente.

Las cosas empezaron a cambiar. Desorganizadamente, todas las mañanas un gran grupo de personas, que al comienzo se contaba por decenas para pasar de manera progresiva a millares, andaba por las calles de las ciudades sin rumbo alguno. Los pocos que no tenían empleo iban a tal manifestación, las mujeres y hombres que trabajaban en su hogar desatendieron sus labores y se acercaron a seguir la estela del camino, los trabajadores estatales, también, poco a poco, siguieron a sus mujeres, maridos o hijos que habían iniciado aquella ruta sin fin, que llegaba sólo por la noche con un impuesto toque de queda que los hacía regresar a sus falsos hogares. Excepto una vez en la que un ser anónimo siguió caminando, las autoridades lo detuvieron y castigaron físicamente. Este contó lo ocurrido a sus familiares que propagaron su historia. Así que tres noches más tarde no era un ser solo el que violaba la restricción, sino que familias enteras, como una sola, caminaban juntas. A la luna siguiente igual, y a la otra, y a la de más allá, hasta que Rico envió el grueso de su ejército para poner orden mediante violencia. Encontrando de esta manera la inmediata solución a sus problemas.

Mas el sol brilló tras la oscuridad y los malheridos que aún podían moverse siguieron andando, abandonando su actitud silenciosa y pasiva y empezando a gritar y patalear contra las fuerzas de seguridad que amenazaban con reprimirlos y cumplían con lo prometido, pero unos pocos no pueden con todos, por lo que pasado un tiempo también gran parte de la guardia se unió a la marcha. Y un día al que iba primero se le ocurrió abandonar la ciudad y viajar hasta el palacio del rey, puesto que tenía hambre y conocía la prosperidad que aquello respiraba. Así que sosegadamente escalaron las vallas y puertas, cayendo gran parte a causa de los disparos pero no muriendo todos porque eran incapaces de ser aniquilados. Finalmente una persona llamó a la puerta y pidió comida para él y para los millones de personas que se encontraban a su espalda. Entonces, cuando les comunicaron que no podían entregar viandas para tantos, esta entró y subió las escaleras que llevaban la habitación de Rico, que había perdido ya su título y volvía a ser un hombre como otro.

En vez de asesinarlo de espaldas aquel lo tiró por la ventana, cayendo sobre el pueblo, que se lo quitaba de encima y pasaba de uno a otro, muriendo de dolor y cansancio tras pasar por infinitas manos, una sola, la de aquella masa que se había sublevado, que había tomado consciencia de su dolor y había valientemente reaccionado.

Se instauró una pequeña democracia que decidió la vuelta a los campos para trabajar las tierras y así recuperar alimento. Con el paso de los años se organizó y la democracia fue total e íntegra para todas las personas de aquel país, que pasaron de su dictadura a la libre decisión de sus actos.

De manera que cuando mi mente se plantea la pregunta: ¿es conveniente olvidar? sólo he de acudir al espejo para ver reflejada la marca de la ciudad, esa lágrima negra que aún mancha nuestra tez como recordatorio de los que lucharon por nuestra libertad.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos,
me reservo todos los derechos del escrito.

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jueves, 31 de marzo de 2011

Ojos

Lo escribí el 03/03/2010. No respeta esquemas etc. Aquí lo dejo:

Ojos. Miradas que van, interrogan y libran;
que oprimen, cogen y dejan.

Ojos, que te hacen sentir vivo y dichoso porque cuando los ves,
descubres la inmensidad del mundo.

Ojos que deseas que te miren y pregunten,
que te llamen y ayuden,
que te agobien si hace falta,
pero que te dediquen al menos un segundo.

Porque tus ojos son como la luz del sol
que inspira mis palabra para hacerlas volar.
Ojos, quiero tus ojos.

Porque me asombran escribo,
porque me gusta mirarlos también,
porque quiero estar con alguien que tenga tu mirada y me haga vibrar.

Lo bonito de tus ojos es que a nadie acogen;
llegan, muestran su luz y se van.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos,
me reservo todos los derechos del escrito.

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miércoles, 23 de febrero de 2011

Miro, no dejo de mirar

Miro al cielo:
y veo bandadas de blancas palomas
que surcan las nubes, espuma de olas,
volar.

Miro al suelo:
encuentro chicles y papeles tirados
al pavimento, signo del que desprecia
amar.

Miro al frente:
ráfagas de viento azotan mi rostro
despertándome del sueño que impide
vivir.

Miro al frente:
diviso caras de espanto, risa y llanto;
suave magia que recorre el cuerpo al
sentir.

Miro al frente:
la gente interacciona. No necesito
mirar cielos o suelos, la vida está
aquí.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos,
me reservo todos los derechos del escrito.

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martes, 8 de febrero de 2011

El moco

A la asignatura de Literatura universal,
para cada uno de sus componentes

Cabezón y Zaplana recorrían los pasillos camino de la clase de 4 de ESO A. El primero vestía zapatos marrones, pantalón azul y camisa blanca bajo un jersey amarillo, mientras que de su acompañante sólo podía adivinarse unos tenis negros y unos pantalones oscuros puesto que escondía el resto de su atuendo bajo un largo abrigo, también llevaba una bufanda a rayas grises y negras. Aquel aula, aunque no la propia de estos alumnos, iba a resguardarlos del frío y la lluvia además de hacerles depositarios de nuevos conocimientos. La planta (primera) por la que caminaban se bifurcó entonces en dos, tomaron el pasillo de la izquierda. Tres puertas lo formaban, destinados sus interiores a chicos que cursaban segundo de enseñanza secundaria, pero que en ciertos casos debían estar un par de niveles más arriba.

- ¿Te has fijado – empezó a enunciar Cabezón – en que estas clases tienen además de la común cerradura un candado?
- Sí, reparé en ello hace tiempo, es algo nuevo de este trimestre.
- ¿Por qué será? Me parece muy curioso.
- Quizás el nivel delictivo ha aumentado considerablemente en ellas; imagina los monstruitos que han de habitarlas
- Qué negro sería el panorama si fuera así.
- ¿Qué otra opción? Sólo podemos pensar en artículos de lujo robados: gomas, bolígrafos, lápices, cuadernos y los valorados posits; siendo vendidos en algún mercado negro que se produzca en el recreo.

Cabezón se paró en la última de las puertas.

- Sí, seguro que allí acuden todos los críos a los que se les olvidara en casa el lápiz.
- Seguramente.

Continuaron andando y al subir el primer escalón de esa sucesión que los conduciría hasta la planta de más arriba, Cabezón se detuvo de nuevo y volvió tras sus pasos, fijándose atentamente en el candado.

- Puede haber otra razón – dijo el de la cabeza grande.
- ¿Qué importa? Vayamos al aula, nos espera Chéjov, el realismo… si no vuelve al anterior tema y camina de la mano de Jane bajo la sombra de los árboles de un parque – Cabezón no le prestaba ninguna atención, así que Zaplana accedió a preguntarle cuál era esa otra posibilidad.
- Sencillo ¿no recuerdas que hace unas semanas prestaron portátiles a las clases bilingües de 2º con la condición de que se devolvieran al final de curso? Simplemente es una medida preventiva, no quieren que sean robados como es lógico.
- De acuerdo, sólo has cambiado el objeto de la extorsión, lápices por ordenadores; aparta eso de tu mente y dirijámonos a la clase.

Subieron las escaleras y cuando la pareja llegó se encontraron con Triviño, una chica en silla de ruedas, y Albuquerque, que observaban atentos el espectáculo que Jiménez daba:

- Pitas, pitas, pitas, pitas, pitas, pitas… Pitas, pitas, pitas, pitas, pitas, pitas… Venid a mí hormigas ¡venid a mí! – acompañaba sus palabras con hondos y marcados gestos de apertura, (llevando el brazo derecho al costado izquierdo abriendo gradualmente el puño), echando primero al aire y luego al suelo arroz inflado.
- Pero… - Zaplana se quedó boquiabierto, Cabezón empezó a reír
- ¡Qué pena que tengamos techo y no puedan entrar las palomas! … No importa, aquí vienen las esclavas trabajadoras.
- ¿Por qué lo hace? – preguntó Cabezón sin poder contenerse la risa.
- No sé – habló Albuquerque - llegamos y vio un paquete de arroz abierto, entonces lo cogió y comenzó a hacer lo que ves.
- Pitas, pitas, pitas – Jiménez seguía con su cantinela.

Sin previo aviso llegó uno de los ocupantes usuales del aula.

- Joder… acho, acho, acho – fue todo lo que pudo decir tras la impresión del panorama – ese era mi paquete; acho como luego, acho, como luego me echen a mí la culpa, acho, acho, les digo quién ha sido.
- ¡Claro que sí primo! – afirmó Jiménez con sorna, a continuación el chico se fue.
- Tío para ya – dijo Cabezón.
- Tranquilo; se ha acabado ya el paquete – lo tiró con humorística corrección y formalidad a la basura.
- Mejor – apostilló Zaplana.

Llegó tras el número circense Pañuelos.

- ¡Profesora! Mira cómo nos han dejado el suelo- Jiménez echó a andar escuchándose los crujidos de la pisoteada comida – crish, crish, crish – los simulaba para aportar dramatismo - ¡qué guarros! ojalá pillara al que ha dejado esto así.
- Vaya, llevas razón – dijo la profesora Pañuelos.
- Sí ¿quién habrá sido? – preguntó Albuquerque con una sonrisa en los labios – no puedo imaginármelo.
- Hay que ser asqueroso –seguía el mayor causante de aquel estropicio con su letanía – el suelo con barro, las mesas pintadas, las sillas desordenadas… y encima ahora comida tirada ¡qué poca educación! – se puso las manos en la cintura y miró el desorden que reinaba a su alrededor – je, je, je – rio para sí – te juro – alzaba y bajaba el brazo enérgicamente – que si pillaba al causante lo expulsaba del centrp.
- Sí – apoyó Pañuelos – en algunas clases hay unos elementos…
- Ya ves – Jiménez seguía con su juego; decidió cambiar - ¡Bueno profesora! ¿Qué nos trae hoy?
- ¿Hoy? Vais a alucinar, una recopilación de maravillosos cuentos, un descubrimiento del realismo que hice el año pasado: Chéjov – sacó un libro de grandes dimensiones titulado: “Todas sus narraciones” y con el nombre del autor debajo: Antón Chéjov; nos lo pasó – vedlo, tocadlo, impregnaros de él; es magistral. Escribe maravillosamente y tiene unos fina… - se vio interrumpida por Jiménez y Albuquerque que miraban primero a la mesa contigua desocupada y luego el uno al otro para dar crédito a lo que veían sus ojos – pero a ver ¿qué pasa?

Jiménez no tardó en contestar:

- Hay un moco – y señaló a aquel ser inanimado - ¡Ja, ja, ja! – sostuvo unos segundos más el dedo acusador y luego estableció el brazo en su pupitre para apoyar la cabeza mientras reía sin poder controlarse, luego alzaba la testa y decía: un moco, un moco, un moco.

Cabezón miró la figura verde y no se quedó atrás expresando la gracia que le producía aquella visión, tardando más que ninguno en frenar su risa. Lo miraba por el rabillo del ojo y atisbaba esa viruta verde, esa lámina ondulada disecada ¡Arte! Albuquerque se quitó la mano de la boca y río libremente. Zaplana apenas dijo:

- Vaya… - más que suficiente.

La profesora no aprobó al recién descubierto compañero mientras que Triviño lo miraba dos mesas más allá. El moco había aparecido.

Tras el hallazgo de la nueva mascota de la clase leímos varios cuentos de Chéjov. El primero trataba de un hombre que estornudaba sobre la nuca de un superior. ¡Magistral! La historia, el final y la situación, el mejor momento para ser leído; tras este llegaron otros, por lo que se pudo apreciar la técnica del escritor.

Sonó la campana que señalaba el término de la hora y cada uno recogió sus bártulos. Jiménez y Albuquerque veloces desaparecieron, Cabezón y Zaplana acompañaron a Triviño a llegar a la siguiente clase, en otro aula, a través del ascensor, la profesora cerró la clase. Montaron los tres en el elevador que en este caso iba a llevarlos al piso de abajo (primero), mientras iban dentro:

- El moco, el moco, el moco.
- Ya nos hemos enterado – apuntó Zaplana.
- El moco – siguió Cabezón con la cantinela – voy a escribir la historia del moco.

Llegaron a su destino y salieron del habitáculo, poniendo rumbo a la próxima clase. Para volver tomaron el mismo pasillo que a la ida, se adelantaron a Triviño involuntariamente y Cabezón entonces habló:

- ¿Te das cuenta? un moco en una mesa, como si nada… un moco, el moco.

Cabezón se detuvo y miró de nuevo a una de las aulas con candado.

- No, los candados no los han puesto por los ordenadores, seguro que hay bestias ahí dentro.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos,
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sábado, 1 de enero de 2011

Fin

Cerrado hasta próximo aviso, quizás a veces algo suba, de momento el blog se acaba.