miércoles, 24 de agosto de 2011

Abuelos

Nos hemos quedado huérfanos. Los abuelos y abuelas han viajado a Marte guiados por el capitán Bradbury. Nos han dejado un mundo desolado en el que los cambios han sido tan notables que en todos los países se organizaron consejos de estado, además de la creación de un comité mundial, debido a que los problemas que nos afectan son tales que ni siquiera es recomendable salir a la calle, pues, por ejemplo, ¿quién regañará a los desvergonzados que andan entre gritos, peleándose y lanzando al aire improperios, los cuales dañan al menos pensado? ¿quién va a detener con la mirada o con amargas y sonoras protestas las injusticias para sí mismos, justas en realidad para todos los demás?

El mundo comienza a desmoronarse ya que el orden natural de los elementos se alteró. La pobreza infantil aumentó al carecer los nietos de aquellas personas que les otorgaban sus aportes económicos como muestra, una de las tantas, de su desmesurado amor; así los pequeños pobres lo son ahora aún más sin su paga semanal. Esto sin haber comentado el "aligeramiento" del mundo ¡todo ahora es aún más rápido! La vida humana corre a una velocidad mayor a la que, en mi caso, puedo soportar. Adiós a las colas en ultramarinos y en los supermercados originadas por conversaciones intrascendentales de gran importancia para sus protagonistas, abuelos, abuelas y cajeros, que necesitan el descanso producido por el alivio de sus sonrisas o protestas. El índice de adelantamiento indebido durante la espera en la antesala del médico o la subida del autobús también se ha reducido, con que la eficacia es mayor, a cambio de la pérdida de esas escenas cotidianas que otorgaban un respiro en nuestra rutina.

Nos hemos quedado sin las visitas los domingos a casa de los yayos y, por ende, sin esos grandes narradores que contaban historias salidas de otro mundo que no es más que el nuestro, con la diferencia de tiempo que les otorga toques de ficción en grados casi similares a las mayores epopeyas fantásticas, apoyando su realidad en distintos hechos fidedignos y en expresiones tales como "¡Yo también tuve veinte años!".

Quizá fue esta la razón por la que marchasteis; porque todos quieren la juventud y en muchos casos no aceptan los cambios que imposibilitan continuar con los dulces placeres y posibilidades que esta da, convirtiéndose la vida en un trayecto en el que no prima tanto ya la sensación como la valoración de la experiencia, basada principalmente en aquello que se vivió en un pasado el cual ahora constantemente añoráis.

Sin predicciones meteorológicas basadas en dolencias corporales, con maquinas muy precisas que no dudan en equivocarse. Sin saberes olvidados que fueron necesarios y que podrían, en ocasiones, traspasarse a nuestra vida moderna, con millares de libros teóricos que se alejan de la práctica. Sin arrugadas sonrisas que sinceras muestran felicidad, con tersos labios alzados que buscan ser fotografiados para hacer del momento una eternidad aunque este se base en la falsedad.

Adiós abuelos y abuelas. Les deseo un feliz viaje y una larga vida allá arriba.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos, me reservo todos los derechos del escrito.


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