martes, 13 de septiembre de 2011

Fin

-         ¡Eh ¡Eeeeeeeeeeeh!

Estaba solo, de manera que aquellos gritos debían proceder de fuera, del exterior, aunque no sabía de qué lugar. Había de ser una llamada irremediablemente dirigida hacia su persona, puesto que resonaban directamente en las paredes del túnel vertical que constituía la única salida y entrada de aquel agujero. Era como si alguien hubiera introducido su cabeza por el hueco, de un metro de diámetro aproximadamente, y hubiera comenzado a gritar en su búsqueda.

-         ¡¿Qué quieres?! – manos alrededor de la boca proyectando su voz - ¡¿Andas buscándome?! ¡Baja y hablamos!

Al otro lado, allá arriba, tras capas y capas de tierra y raíces que conformaban la superficie, nadie escuchaba, nadie devolvía una respuesta. El joven se impacientó ¿qué motivo movería a una persona a llamar a otro y luego sin embargo guardar silencio?

-         ¡ Eh!

En esta ocasión fue el chiquillo quien pronunció esa palabra, devuelta una y otra vez por el  eco.

-         Eh, eh

“Sí, es él” pensó.

-         ¡De acuerdo, si no quieres bajar no pasa nada, ya subiré yo!

El chico se hallaba en un pedazo de suelo marrón situado a decenas de metros de la superficie.

“No me responde… aun así iré arriba”

Comenzó a escuchar pasos. Redes de túneles subterráneos conectaban los distintos puntos del subsuelo: Alguna gente, que sin duda se aproximaba, hablaba; el muchacho se enervaba.

“Y si trata de comunicarse conmigo y no lo escucho. Seguro que me necesitan allá”

Vio llegar a bastantes jóvenes y unos pocos adultos. Venían en distintos grupos o solos, algunos habiendo realizado un largo camino.

-         ¿Qué hacéis aquí? – todos lo miraron con los ojos bien abiertos, tal como si fuera una obviedad - ¿Oísteis las llamadas?
-         ¿Llamadas? – dijo uno.
-         ¿Y qué deseabas contarnos? – otra puso voz a la conciencia común.
-         ¿Yo? – se extrañó – no soy quien la produce. Es alguien de allí – señaló el hueco que conducía al exterior.
-         ¡Eh! … ¿Lo escucháis?
-         ¿Cómo no hacerlo? – todos se hallaban sorprendidos.
-         ¡Eh, eh, eh, eh! … Es cada vez más insistente – todos incrédulos y él sin reparar en ello, solo había una idea en su mente: subir - ¡Eh!
-         ¡Para ya! – le gritaron - ¡eres tú!
-         ¡¿Cómo?! – los ojos se le iluminaron, pareció vislumbrar la realidad, mas echó oscuridad sobre esta – no puede ser, verdaderamente hay alguien arriba esperándome.
-         ¿Esperándote?
-         Sí.
-         No digas bobadas, nadie sabe quién eres además de nosotros. Eres una sombra, estás solo. No te han llamado y careces de medio para subir. No puedes.
-         Sí podré.
-         ¡Inténtalo! Te caerás, no encontrarás lugar donde apoyarte – vociferó una de las personas mayores.
-         ¡Calla! – censuraron unos chicos a esta – lo harás.

Miró arriba. Estaba realmente lejos. Observó las paredes y consideró que tenía pocos salientes en los que agarrarse, además sus manos eran delicadas y su cuerpo no estaba preparado. Los vio a todos en una sola estampa; se fijó en cada uno de sus rostros, supo que esperaban una respuesta.

-         Adiós. Encantado de haberos conocido.

Me así a una rama y comencé a escalar.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos,  me reservo todos los derechos del escrito.






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El anterior escrito puede considerarse una versión de otro de Kafka, "La partida" que dejo a continuación:



Ordené que trajeran mi caballo del establo. El criado no me entendió. Fui al establo yo mismo, ensillé el caballo y lo monté. A lo lejos oí tocar una trompeta, y le pregunté qué significaba. No sabía nada ni había oído nada. En la puerta me detuvo y me preguntó:

- ¿Adónde vas señor?
- No lo sé - dije-, solo quiero irme lejos de aquí, lejos de aquí. Irme cada vez más lejos de aquí; solo así puedo legar a mi destino.
- Entonces ¿conoces tu meta? - me preguntó.
- Sí - le respondí - ya te lo he dicho "lejos de aquí", esa es mi meta.
- No llevas provisiones - dijo.
- No las necesito - dije- el viaje es tan largo que si no encuentro nada que comer durante el camino, me moriré de hambre de todos modos. De nada me servirían las provisiones. Por suerte, es un viaje realmente enorme.

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