martes, 28 de septiembre de 2010

Extraños

En algún planeta de la galaxia, de cuyo nombre no quiero acordarme, un hombre que no cesaba de crecer (metafórica y literalmente, porque estaba en la edad) advirtió la dulzura de sus ojos, labios, dientes, nariz y en conjunto su rostro no por primera vez y decidió lanzarse al ataque. Así como el proyectil de una catapulta no desfallece hasta legar a su objetivo, él arribó al espacio personal de la chica.

- Buenas noches ¿nos conocemos de antes? - el desplazamiento lo había realizado con decisión, la conquista de castillo era un nuevo reto y su voz denotaba los pocos lances que había vivido.

- No nos han presentado que yo recuerde –contestó ella – aunque a decir verdad, me suena tu cara

- Sí, verás es que te he visto algunas veces por ahí, las calles, la ciudad…

- Como lo pintas parece que haya sido de manera fortuita… ¿acaso me sigues? – esbozó una sonrisa a la que él correspondió con el mismo gesto -.

- El azar, la coincidencia o los horarios parecidos junto con gustos similares han hecho que te vea más de un par de veces.

- ¿Dónde? – Media uno sesenta aproximadamente y era morena. Podía decirse que tenía una cabeza de proporciones coquetas y pequeñita; en ella lucía una melena tan larga que sobrepasaba la mitad de su espalda sin llegar aún al trasero, ésta además era muy rizada y rubia. Sus ojos grandes y marrones delataban en el momento en que formulaba la pregunta un creciente interés por su nuevo interlocutor. Nariz chica y algo levantada; completando el rostro unos labios rosados de poca anchura -.

- En la biblioteca sobre todo-.

- Mmm...… - se quedó pensativa mirando el techo mientras daba un sorbo a su batido frío de fresa y plátano – ¿en qué lugar más?

- A veces cuando vuelvo de correr, hay una rotonda con figuras de bailarines, desde ella puedes llegar a un jardín, en el que practico deporte, o al centro.

- Ya veo, sí. Respecto a la biblioteca pues…pfff...… estudio y de hecho estoy tramitando una tarjeta VIP para ver si así me dejan coger más artículos o puedo estar más horas… ¿quizás una llave para entrar y estudiar? – enunció en tono cómico – Me paso la vida en ella desde que entré en la universidad ¿Tú qué haces allí? ¿estudias, ocio?

- Estudio, pero normalmente en mi casa; prefiero ir a la biblioteca para tomar algunos artículos en préstamo. Como acabo de empezar el primer año en el campus, aún no sé si me hará falta dejarme la vida por ese paraje para realizar dicha acción.

- Hombre, dejarte la vida… tampoco, pero aprobar es más complicado que nunca y se necesita echarle horas. No soy de aquí y vivo en un piso con otros jóvenes por lo que el concentrarse a veces es muy complicado; es estúpido tener que planear mis tardes dependiendo de cómo vayan a comportarse mis compañeros, mejor tomar la vía directa e ir a un lugar donde puedas realizar la actividad que quieres de la manera más óptima.

“La vía directa, tomar cartas en el asunto” – pensaba Salvador – “he venido aquí donde te he encontrado y a diez centímetros me he establecido precisamente para ello, sin embargo… es complicado, salgamos a respirar algo de aire fresco”

- Te invito a tomar algo – dijo a la vez que ambos terminaban sus bebidas, él un batido de macedonia – y a cambio te vienes conmigo a dar un paseo – la chica miró a sus amigas y luego a él-.

- Discúlpame unos segundos – acto seguido abandonó la barra en la que en realidad sólo había ido a pedir pero en la que finalmente había apurado su copa y se dirigió a un pequeño grupo de chicas que en su ausencia había sido abordado por otros chavales de la misma edad –.

- ¿Quién es? – preguntó a su oído una de las chicas tras haber escuchado la perorata de la recién llegada, ésta última señaló al chico - ¿es majo? - Como respuesta un cabeceo afirmativo – pero ¿cuánto has hablado con él? – miró el reloj de pulsera – ¿diez minutos?… a ver, nosotras vamos a estar aquí, si nos movemos te doy un toque para que lo sepas y no vengas. Si quisieras volver tras haber recibido la llamada me respondes y te digo. Si te aburres o no te gusta, vuelve. Id a algún lugar con más gente, otro bar, la plaza… - se quedó pensativa – ya sabes, no te alejes mucho y… – Sofía escuchaba el discurso como una hija obediente que trata de recordar cada palabra que sale por la boca de su madre - te quiero, no lo olvides. Llámame cuando llegues a casa para ver qué tal.

- Sí mamá – contestó en un cómico falso tono de sumisión; aunque a decir verdad, la había escuchado y tenido en cuenta-.

- ¿Vamos? – dijo él cuando la vio regresar-.

- ¿Cómo te llamas? lo primero.

- Salvador ¿tú?

- Sofía.

- En marcha pues.

Movidos por el viento de la aventura, el descubrimiento, el amor; en definitiva, de la vida, mantuvieron conversaciones que los hicieron reír, querer llorar y estremecerse. Así pudieron ser encontrados en un banco abrazados e ignorando el distanciamiento propio de la desconfianza basada en el desconocimiento mutuo, entonces, en ese momento él se acercó a sus labios y… ¡No! Lo importante no es como algo termina sino el desarrollo y hemos saltado del inicio al final como un canguro sobre los yermos terrenos por los que hace su vida.

Retomemos la acción donde la abandonamos y demos más datos sobre esta pareja común. Salvador, era un año menor que Sofía aunque aparentemente podían perfectamente compartir el año de nacimiento. Medía un metro ochenta y pesaba setenta kilogramos, como antes comentó a su compañera aquella noche corría, siempre entre semana además y agregando que le gustaba porque sentía que su cabeza se desamueblaba y despejaba, perdiendo peso y ganando un vacío clarividente a la vez. Considerado guapo por los cánones establecidos de belleza en aquel momento, lucía un par de ojos grandes y expresivos desaprovechados a veces por una larga cabellera (hasta los hombros) que parecía tratar de ocultar la vida que éstos transmitía. En su rostro una nariz del mismo estilo que Sofía y una boca algo más grande tanto en grosor de labios como en horizontalidad, sin llegar a desencajar ni parecer excesiva. Solía mostrar un rostro serio y atento en actitud de oyente activo alerta de lo que ocurría a su alrededor. Cuerpo delgado y equilibrado, no destacaba en esto ni en bienes ni males. En invierno su piel lucía un blanco mate que daría envidia a las pin ups del planeta Tierra. Vestía un jersey negro de cuello alto y sobre éste una chaqueta marrón, vaqueros azul oscuro y zapatos del color de la chaqueta y a juego en tonalidad con los pantalones.

- ¿Sabes? Quise estudiar en Madrid

- No eres el primero. La que te habla también hubiera preferido la capital, pero era más sencillo y económico abandonar este proyecto y acabar en esta ciudad en la que comparto algo de familia. Sobre todo cuando dependes de capital extranjero – él la miró con cara de extraño y sorpresa que buscaba más explicaciones, ella mostró sus blancos dientes como gesto espontáneo de diversión – me refería a dinero ajeno, de mis padres, no lo controlo ni gestiono por mi misma.

- ¡Ah! Pues anda que así era más fácil decirlo

- Sí, y menos divertido.

- ¿Qué estudias?

- Periodismo... – se abstrajo unos segundos – opté por el bachillerato de sociales y como la economía e informar me atraen ¿Quién sabe? Quizás acabe en Wall Street realizando reportajes sobre la subida y alza de ésta ¿Y tú?

- Filología Inglesa, puede que me dedique a… bueno tengo pocas opciones seré a o z, te devuelvo el acertijo.

- Quieres decir quizás que – pensó durante unos minutos – o impartes clases de inglés en España o enseñas castellano en el extranjero ¿no?

- Ya te vale, lo has pillado ¿Eres hija única?

- No, tengo hermanas mayores y uno menor, aunque hace tiempo que no los veo.

- ¿Los echas de menos?

- A veces, aunque su recuerdo se difumina y olvida la mayor parte del tiempo rodeada de trabajo, personas y proyectos. Además, siempre he preferido no recordar a lamentar lo que no tengo.

- ¿Entiendes así la melancolía, el echar de menos? Considero que tener este sentimiento no significa estrictamente algo negativo, sino que, a veces, simplemente trae al presente lo que dejas atrás. No has de entristecerte por que ya no estén.

- Si no pienso en ellos, tiempo que gano y dedico a otras cosas.

- Ni pierdes; recordándolos a veces, no los olvidarás. Puedes llegar a tal punto de abandono al pasado que no por indiferencia sino por dejadez dejes de tener las relaciones que tuviste.

- Mi familia seguirá estando ahí.

- Los lazos quedarán pero no la vida que había en ellos – tras unos segundos de silencio prosiguió -. En cualquier caso el aquí presente no es el más indicado, hace meses que no sabe nada de su familia, ni los ve, ni habla con ellos – “espiritualmente” afirmó en su interior

- ¿Cómo es así? Y ¿con qué cara me das entonces el sermón? – enunció la primera en tono expectante y la otra de manera jocosa –

- Murieron –sonrío amargamente – hace mucho tiempo, e ir a verlos no me trae buenos recuerdos. Me retracto – afirmó de repente enérgicamente – he confundido como tú la melancolía con mal. Sí que soy capaz de evocar grandes momentos pero el hacerlo puede medrar mi corazón. En cualquier caso no caerán en el olvido.

- ¿Qué harás para ello?

- Escribiré un libro – sonrió – si a alguien le interesa será distinto.

- Lo leeré – apoyó entre seria y con una fina línea ascendente y reconfortante en sus labios – ¿Son famosos?

- Sí, cada uno de los que cayeron tuvieron su momento de reconocimiento, pero yo era pequeño y no estuve presente. En mi obra quiero dignificar su memoria, trayendo la inocencia, ignorancia y valentía que tuvieron al subir al metro.

- ¿Inocencia?

- No fomentaron el sufrimiento de los terroristas.

- ¿Ignorancia?

- Ninguno de los afectados supo qué iba a pasar.

- ¿Valentía?

- La que demostramos cada uno al embarcarnos por caminos que no sabremos dónde nos llevarán. Sólo así se explica tu audacia al venir a esta capital sin apenas apoyo o al estar aquí conmigo esta noche. O mi pequeña acción que para mí es un triunfo de dirigirte la palabra esta noche. O la de toda persona, hombre o mujer, que escoge vivir sin miedos y realizar sus propósitos sin juzgar a los demás.

Un trueno sonó acompañado de un rayo que cruzó el cielo, una tromba de agua se dejó caer recorriendo con sus gotas cada edificio, persona y calle. Ellos huyendo del inesperado incidente, se resguardaron bajo una callejuela que se encontraba tapada por un bajo arco. Involuntariamente Sofía se acostó sobre Salvador y apoyó su cabeza en su pecho. La lluvia sonaba con fuerza y pasados unos minutos ella habló:

- ¿Me das tu número de teléfono?

- Sí, espera – sacó de su bolsillo derecho una libreta y un bolígrafo, lo apuntó junto con su nombre y la fecha de aquel día 29.09.2011; acto seguido le tendió la nota que ella prendió –.

- Gracias, lo guardaré de todas maneras en el móvil.

- Vale, te lo di por escrito para que así lo tuvieras de las dos maneras. No vaya a ser que porque se pierda un numero yo te deje pasar – la lluvia cesó, aunque las nubes seguían en el cielo -.

- Vayamos a la plaza y comprémonos algo.

- Me parece bien – contestó él-.

Ambos tomaron un helado y se sentaron en los largos bancos resguardados por ficus que se encuentran en aquel lugar. Hablaron más, sobre música, cine, gente conocida, formas de pensar y actuar. Así poco le faltó para que el alba los descubriera. A medida que la conversación se desarrollaba ella cogió su mano y él la entrelazó entre las suyas. Fueron acercándose hasta que los dos extraños se convirtieron en familia. Las gotas recogidas por los árboles que los cubrían caían sobre ellos como testimonio de lo ocurrido y preludio de la nueva agua que llegaría. Un manto de lluvia fino los envolvió entonces, pero no les importaba, acercaron sus rostros hasta encontrarse de nuevo, mirándose y llegando a redescubrirse. Menos lejanía significó más unión cuando sus labios se tocaron y fundieron en un beso.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos,
me reservo todos los derechos del escrito.

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2 comentarios:

  1. Bonjour!! como dirían los franceses, llevaba tiempo queriendo comentar y tal, pero no encontraba el momento y, que conste también (en acta) que me he leido los otros escritos que has publicado, no obstante, este me ha gustado especialmente, por el tema que trata, porque me siento identificado o porque hace muy buen día y estoy muy contento, no sabría decir muy bien, pero éste es el que más me ha gustado o por lo menos de los que más.
    Un saludo y si no te lo dije antes, te lo digo ahora ----> Be welcome community of bloggers!!!

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  2. Gracias muchacho por el comentario y por el ánimo e ilusión que irradia.

    Sinceramente no considero que éste sea el mejor, quizás tu buen día condicionó considerablemente tu mirada, en cualquier caso, una alegría que me llevo en el cuerpo. Gracias.

    Ya nos leeremos. Sé feliz ;)

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