sábado, 16 de octubre de 2010

Elegía a la muerte de nuestra unión

Para Alberto, Rosa, Ramón, Lorena y Rebeca.

Desperté en el sofá verde y lo primero que se me ocurrió fue cuándo me había quedado dormido. Seguido a esto me levanté, puse la camiseta y abrí la puerta del cuarto de su madre donde suponía que ella se encontraba. Lorena, apenas tapada con una fina sábana yacía con Javier, su novio. No quise despertarlos así que busqué en la cocina y el otro dormitorio encontrándome el resto de las dependencias vacías. Como un alma que deja su cuerpo, abandoné aquella casa.

El día en el que me había despertado era sábado, eso lo recordaba. Con frío debido a la hora tan temprana a la que recorría las calles y al malestar de mi cuerpo, crucé a paso ligero a través de las escasas barriadas que separaban su hogar del mío. Como un rayo pasé el túnel, ése por el que no me gusta dejarme caer, y como un meteorito caí sobre mi cama buscando el descanso.

Sin poder dormir me dirigí hasta el cuarto de baño y empecé a vomitar. Hasta tres visitas le hice limpiando mi ser, éstas, fueron intercaladas entre periodos de vigilia en los que cerraba los ojos y seguía encontrando las misma pregunta sin respuesta:¿cuándo me quedé ayer dormido? Y ¿qué fue de nosotros?

Comida ligera, llamada a Alberto, ninguna respuesta, echarme la siesta, pensar en ir a correr, quedarme leyendo, sino, dormido. Levantarme picar, sentirme a cada minuto más fuerte, estar con mis gatos, hablar con mi familia, llamar a Ramón, cenar y dormir.

Llegó el domingo y de nuevo a horas utilizadas comúnmente para disfrutar de la magia de Morfeo echaba yo a andar. Entro en la biblioteca, esa ciudadela por la que puedo perderme entres sus varios laberintos de libros, discos y películas; buscar la salida en algún ordenador o encontrarme a mi mismo leyendo o estudiando, en definitiva, descubriendo. Me decanto por la segunda opción, me conecto y veo fotos de la noche de la fiesta. Comiendo, bebiendo, sus regalos, todos juntos, sin camiseta, caras de alegría, sorpresa, gritos, tras la piscina, llega la tarta, se soplan las velas, el deseo y fin. Envío un par de mensaje privados a través del servicio que ofrece la comunidad esperando contestación. Ninguno de los participantes de aquel día estaba, así que mi visita a la red fue infructífera.

Por la tarde, en el locutorio cercano a mi casa repito la operación encontrándome uan escueta respuesta entre interrogaciones:

“¿Recuerdas algo de anoche?”

Al no encontrarse en el Chat y siendo improbable coincidir con él en el lapso de tiempo en el que yo iba a estar conectado, decidí hablar la próxima mañana con él.

- Casi nada o nada, es la respuesta a tu pregunta - le dije a la cara el día siguiente.

- Ah, entonces te lo perdiste todo.

- Qué locuaz, me parece que eres capaz de hablar de manera más esclarecedora.

- Todo ha terminado ¿así te vale?

- Con todo ¿a qué te refieres?

- A nosotros, ayer era nuestra reunión de despedida – lo mire con los ojos como platos exhortándolo a que me diera más información – era nuestra última cena, el adiós y hasta la vista, eso sí, procura no encontrarme, o, un hasta nunca aunque sé feliz.

- ¿Por qué?

- Cambiamos, nos hacemos mayores, evolucionamos, conocemos nuevas personas y queremos volar solos.

- Ah – dije suspirando – vale.

- El grupo se convierte en un reflejo de lo que tú le das a él. En este caso se extinguió cuando ya nadie tenía nada más que aportar o sus integrantes buscaban cosas distintas – por respuesta un silencio-.

- Te perdiste nuestro funeral – me dijo.

- Creí que era un cumpleaños.

Una sonrisa irónica se dibujó en nuestros labios y ése fue mi adiós.

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Escrito por Fernando José Cabezón Arnaldos,
me reservo todos los derechos del escrito.

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2 comentarios:

  1. Oh! Una elegia para los que algún día formamos parte de ese grupo.Me ha gustado mucho.
    No creo que se vuelva a repetir, ya cada uno a ido tomando las riendas de su vida... La fiesta que siempre recordaré fue la primera de todas, la que hicimos en septiembre, cuando se rompió la mesa :D

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  2. Gracias por leerme. Desde luego al formar parte de este grupo de aventureros (:D), es normal que empatices y te guste más. Estoy de acuerdo en que cada uno fue para su lado. En cuanto a esa fiesta, recuerdo muy bien cuando llegó la madre de Rebeca y nosotros nos aguantábamos la risa como podíamos... ¡Dios!

    Fueron buenos momentos.

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